La telenovela colombiana “Yo soy Betty, la fea” tuvo un impacto aún palpable en la sociedad. La historia, que a simple vista sólo habla de fealdad y belleza, es una audaz mezcla entre comedia y drama que logró cautivar al público y convertirse en uno de los más grandes exponentes de la televisión latinoamericana.
Pero quizás, además de las distintas categorías de entretenimiento a las que pertenece, la clave de su éxito son los comentarios sociales llevados a cabo a lo largo de la serie, y más explícitamente la manera en la que se llevan a cabo.
Para asegurar esto es necesario entender la intención de Fernando Gaitán, guionista y creador de la novela.
Del concepto a la apariencia: la fealdad
En una entrevista Gaitán explicaba que las telenovelas por lo general se suscriben a una «fórmula convencional» que cuenta con una protagonista —mujer— que debe ser bella, pues esta sería la clave de su triunfo.
Su idea era ir en contra de ese arquetipo establecido en las telenovelas latinoamericanas hasta el momento, por lo que llegó con una propuesta nueva al mundo del entretenimiento que consistía en reflejar las vivencias de la mujer fea, a quien nombró Beatriz —Betty— Pinzón Solano.
La connotación de la fealdad en este caso va más allá de la apariencia o vestimenta, pues con fea Gaitán se refería a la mujer común, la mujer de día a día que, como se dijo antes, no podría ser representada por las protagonistas de las demás novelas.
Su objetivo no era que las mujeres que consumieran esta obra soñaran con ser Betty, sino que se vieran reflejadas en ella. En este sentido, el contexto de Betty es lo que forma parte de su fealdad también, pues Betty es una mujer de estrato bajo, sin auto propio y que vive con sus padres.
Todos estos aspectos componen al personaje de Betty, la fea. Sin embargo, no es menos cierto que la construcción de estos argumentos a nivel visual eran tan claves como la manera en la que se pensó y escribió el personaje.
Por eso la encargada de vestuario Rosita Cabal trató de transmitir explícitamente esta fealdad a través de la vestimenta de Betty. Cabal recurrió al uso de prendas consideradas pasadas de moda y holgadas, a mezclar patrones «anticuados» y optar por colores «señoriales».
Un dato curioso es que los zapatos de Betty, de hecho, eran de la madre de Cabal, algo especialmente importante considerando que en la novela la ropa de Betty provenía casi toda del closet de su mamá, o en su defecto era comprada por la misma.
Otros detalles claves de la apariencia de Betty son sus frenillos, sus lentes de montura gruesa, su peinado que consistía de un capul o flequillo y el resto del cabello extendido con mucho frizz. Por último, su vello facial y cejas pobladas, detalles mencionados a lo largo de la novela para referirse a Betty en forma de burla.
Lo esencial es visible, lo invisible es desechable
En el primer capítulo, Betty llega a Ecomoda, una de las empresas de moda más importantes de Colombia, a solicitar trabajo, y las reacciones que obtiene no son más que la muestra de la manera en la que funciona la industria.
Algo que destaca en el capítulo es el formato que deciden utilizar, pues el público experimenta los primeros minutos del mismo desde la perspectiva de Betty, recibiendo de primera mano todas las miradas, comentarios y expresiones faciales de los demás. Sobra decir que estos no son nada amables.
Un currículum extenso no es lo primero que este tipo de empleos buscan, sino que puedas representar a la marca desde afuera, o en palabras más sencillas, que te veas bien y seas bonite.
Betty no es para nada ajena al concepto de belleza y al de fealdad, y a pesar de tener un currículum que la sobrecalifica, Betty entiende que su apariencia puede ser un obstáculo, por lo que va a la empresa en busca de un puesto pequeño como secretaria.
Pero junto a Betty, aparecen otros personajes que entran en la misma categoría, mostrando al espectador que la fealdad no es un patrón como lo es la belleza. De hecho, es todo aquello que se oponga a dicho patrón.
«El cuartel de las feas», nombre dado por el diseñador de la empresa Hugo Lombardi, muestra al conjunto de mujeres en posiciones administrativas dentro de la empresa cuya apariencia no cumple con los estándares de belleza establecidos.
Aún así cada una es muy distinta a la otra: Aura María es joven, Bertha es gorda, Mariana es negra, Inés es vieja, Sandra es alta y Sofía es baja. Estos y otros aspectos las diferencian totalmente la una de la otra, teniendo en común sólo su estatus social, y su fealdad.
La belleza: clase y apariencia
El dinero es un determinante para la belleza, por supuesto, pero también lo es el poder usar tallas chicas, tener tez clara y ser del tamaño indicado.
Esta telenovela cuenta con el paquete completo, siendo Patricia Fernández y Marcela Valencia quienes representan el estereotipo de belleza femenina dentro del universo de Yo soy Betty, la fea. Son mujeres de estrato alto, con casas lujosas y autos propios, además de prendas y joyas de la última temporada, pero además de esto físicamente son vistas como mujeres hermosas.
Patricia, quien entra a la empresa gracias a su apariencia y a que Marcela es su amiga, acudió a la misma pues necesitaba dinero para sostener su estilo de vida, y aspiraba a un puesto alto «digno de alguien como ella», pero sólo logra conseguir un cargo como secretaria.
Conforme pasa el tiempo, Patricia va perdiendo cada uno de los atributos monetarios que la hacen una mujer más bella, llegando a sufrir varias crisis de identidad.
En el capítulo 73, por ejemplo, empieza a replantear su vestimenta porque una de las mujeres del cuartel, Bertha, llega al trabajo usando el mismo vestido que ella, aunque el de ella es de diseñador y el de Bertha comprado en un remate.
En el capítulo 288 llega al trabajo con las medias de nylon rotas después de usar el bus por primera vez en su vida. Al subir, la ridiculiza por ello uno de los accionistas de la empresa, Daniel Valencia quien continuamente la humilla y la trata como un objeto sexual.
Destaca entonces otra dimensión de la belleza, en la que se establece que esta es consumible —en especial por los hombres— y que la mujer bella puede ser propiedad; es cuerpo y cara, antes que persona. La fealdad por otro lado, es repudio y exclusión.
Ambos lados son igualmente malos y sirven para complacer a todo aquel al que no se le asigne una etiqueta: a los hombres.
La belleza es femenina y la fealdad también
La visión masculina de la belleza está presente durante toda la serie. Daniel Valencia no es el único que cosifica a las mujeres, tanto Mario Calderón como Armando Mendoza las ven como objetos sexuales desechables. Desde modelos hasta empresarias, y terminando con la misma Betty, para ellos la belleza y la sexualidad son lo que importa.
Algo que menciona Gaitán durante la entrevista descrita anteriormente es lo mucho que se le perdona al hombre la apariencia en las telenovelas. El «galán», como lo llama él, no necesariamente debe cumplir con un arquetipo tan marcado como lo hace la mujer.
Dentro de Yo soy Betty, la fea, se puede ver como lo único que parece determinar si un hombre es atractivo o no, es su afluencia. Sin embargo, no existen cualidades físicas que deban destacar tanto, y tampoco se le trata como a un objeto sexual no pensante.
El hombre no es bello, ni feo, solamente es un hombre. Pero el hombre sí puede decir qué mujer es bella o no, ya que como se mencionó antes, él es el consumidor.
Yo soy Betty, la fea, no sólo describe cómo ven el mundo las mujeres feas o cómo lo sufren las bonitas, sino también cómo viven el mundo los hombres que asignan estas etiquetas, y a quienes se le asignan rara vez.
Betty, la fea
Beatriz Pinzón Solano es el nombre completo de este personaje, aunque al asumir su rol de fea se desliga de este. Entender todo lo expuesto anteriormente es entenderle a ella, es ver a través de ella y vivir sus experiencias. Pero esto no es difícil, porque Betty representa la realidad.
Pero así mismo lo representa Patricia Fernández, o Marcela Valencia, o Bertha, o Mariana, o Sandra, o Aura María, o Inés, o Sofía. Betty y todas estas mujeres son víctimas de las presiones sociales y los estereotipos impuestos sobre ellas.
Aunque personajes de una telenovela, muestran la dureza del mundo real con respecto a moda y dinero, dejando claro estos determinan tu valor frente a los demás, y en especial frente a los hombres. Es por esto que analizar esta serie implica analizarnos a nosotres mismes.
Lo bello, lo feo, ¿qué debería significar para nosotres? ¿Qué representa?
La respuesta está contenida en 335 capítulos brillantemente escritos, pero también en el día a día, en la calle, en nuestra casa y frente al espejo.
1 comments
¡Excelente artículo! Es importante declarar lo trascendente que se construye desde los íconos de nuestra cultura pop latina.