La vestimenta es una forma de expresión del individuo, pero a lo largo de los años también ha servido como elemento para controlar a las mujeres. Sin embargo, se han dado distintas manifestaciones de liberación femenina a través del vestir.
La época victoriana estuvo marcada por un gran puritanismo englobado en la llamada «moral victoriana», caracterizada por una fuerte represión sexual. Se exigían el recato y la pureza, llegando incluso a prohibir conversaciones acerca de sexo. Debido a esto se desarrolló el llamado «lenguaje de las flores», que consistía en mensajes cifrados mediante flores. Esta represión era impuesta especialmente a las mujeres, quienes se mantenían en casa cumpliendo las tareas del hogar.
El rol de las mujeres se veía reflejado en la manera en la que vestían y, además, estaba determinado por su estatus social. Así, las mujeres de clase alta, que no tenían que trabajar, usaban «un corsé con un cordón apretado sobre un corpiño o camisola, y las combinaban con una falda adornada con numerosos bordados y adornos». Las mujeres de clase media usaban vestidos parecidos, pero no tan extravagantes.
En esta época comienza a usarse el cuello Bertha, caracterizado por dejar al descubierto los hombros. Este modelo era exclusivo de las mujeres de clase alta y media, pues a las de clase trabajadora no se les permitía mostrar tanta piel.
La represión de la moral religiosa fue más dura con ellas pues la iglesia mantuvo su poder en las zonas rurales cuando su popularidad disminuyó en las zonas industrializadas. La Iglesia participó activamente en la represión porque su meta principal era mantener a la élite y apoyar la sumisión de las clases bajas.
Movimientos por la liberación de las mujeres
La represión de las mujeres en cuanto a la ropa que elegían usar fue tanta que, en los siglos XIX y XX en Estados Unidos, existieron leyes que prohibían a las mujeres usar pantalones. Eran prendas exclusivamente masculinas y, que una mujer los usara, significaba travestismo.
Quien pudo romper con esto fue Coco Chanel. Adaptó las prendas que se consideraban masculinas al cuerpo femenino y logró liberar a la mujer de los atuendos incómodos y poco prácticos que usaban en ese momento.
Una foto de la diseñadora en la Riviera Francesa usando unos pantalones wide leg en 1930 demuestran cómo se apropiaba de lo considerado «masculino» para obtener una pieza cómoda y favorecedora.
Con el fin de la Primera Guerra Mundial la liberación de las mujeres llegó con las flappers. Estas eran mujeres que comenzaron a usar faldas cortas, se deshicieron del corsé, cortaron su cabello estilo bob y se reunían a escuchar jazz, género considerado no convencional.
Además, usaban mucho maquillaje, fumaban, bebían y adoptaron conductas masculinas. Las flappers derrumbaron todo lo que socialmente se asociaba a la mujer, desafiaron las normativas y asumieron un rol fuerte y definitivo en una sociedad que luchaba por emanciparse.
En París nació el término garçonne, referido a estas mujeres que buscaban un aspecto andrógino. El bob cut se hizo popular y se teñían de negro azabache o rubio platino.
Las flappers modificaron el corsé, no querían resaltar senos y cintura, sino reducirlos, el corsé ocultaba la forma del cuerpo dando un aire varonil. Encima del corsé usaban vestidos rectos con escotes amplios con tirantes, dejando al descubierto los brazos, y podían agregar un cinturón. El corte de las faldas era justo debajo de las rodillas, las cuales se dejaban ver cuando la flapper bailaba o caminaba.
Como accesorios usaban piezas de moda Art Decó y capas de collares de perlas, guantes largos, sombreros, bolsos, anillos, broches y zapatos altos. El maquillaje anteriormente ligado a actrices y prostitutas era también accesorio imprescindible para una flapper.
La piel se palidecía con polvos de talco, pintaban sus labios de rojo carmín y se delineaban los ojos de negro. El tono de la piel moreno estaba ligado al trabajo de las fábricas y, por lo tanto, se prefería la piel blanca. Sin embargo, Coco Chanel impuso el bronceado luego de unas vacaciones, cambiando el significado de la piel bronceada por el trabajo a una bronceada por la playa.
New Look y el bikini
En 1947 Christian Dior comienza una nueva era al crear el New Look. Luego de la Segunda Guerra Mundial las mujeres deseaban ropa femenina, dejar atrás las escasas telas con las que se confeccionaba la poca ropa durante los años de guerra.
Así, Christian Dior recupera lo «femenino» con su primera colección de Alta Costura Corolle: hombros suaves, cinturas pequeñas y marcadas y faldas largas y anchas en forma de corola.
El New Look devuelve el glamour, el lujo y la feminidad que el movimiento flapper había dejado de lado. Estos trajes ostentosos con excesivo uso de tela pusieron a los comerciantes británicos en contra de Dior. Sin embargo, este fue apoyado por el gobierno francés que se aprovechó de la fama del New Look.
En 1946 el ingeniero automovilístico francés Louis Reard crea el bikini, un traje de baño femenino compuesto por dos piezas. Quiso presentarlo en la piscina del hotel Melitor, pero ninguna modelo se atrevía a usarlo en público. La stripper francesa Micheline Bernardini, trabajadora del Casino de París, fue la primera mujer que desfiló en bikini.
El traje de baño terminó de popularizarse en 1960 cuando Brigitte Bardot comenzó a usarlo frente a las cámaras, y luego la siguieron Marilyn Monroe y Jane Fonda.
Mary Quant, Yves Saint Laurent, Prêt-à-porter
Hacia 1964 la liberación de las mujeres llegó de la mano con la que Mary Quant cortó 15 centímetros a una falda: nacía la minifalda. En su desfile del 10 de julio de ese año la diseñadora presentó una nueva prenda que dejaba al descubierto los muslos de las mujeres, acompañado con nuevos pantalones cortos y un novedoso estilo de maquillaje.
En 1966 Yves Saint Laurent sacó su colección otoño/invierno dedicada al Pop Art. Entre sus vestidos, lo que hizo historia fue un esmoquin para mujer, con camisa blanca y lazo negro. Le smoking, inspirado en el tuxedo que usaban los hombres pero adaptado a la figura femenina, hizo que los críticos de moda abandonaran el desfile a medida que las modelos salían a la pasarela.
Saint Laurent también apoyó la moda pret-a-porter, la cual emplea medidas estándar para hacer sus diseños. El término fue acuñado por el diseñador italiano Pierre Cardin cuando en la posguerra la mayoría de los clientes no podían ir a su taller. Creó un sistema con prendas prácticas y medidas estándar que podían ser adquiridas en las boutiques.
Lo masculino como empoderante
Como hemos visto, muchos de los momentos de liberación de la mujer han sucedido al apropiarse de prendas diseñadas para hombres. A pesar de que es importante que la mujer pueda adueñarse de aquello que se le niega, el poder y la validez no puede venir por usar prendas relacionadas al poder masculino.
El rechazo a lo comúnmente femenino y el reconocimiento de poder en lo masculino es lo que lleva a ver como empoderante a una mujer en traje. Estos distintos momentos también demuestran la conciencia de la mujer por el lugar que se le ha impuesto en la sociedad y toda su lucha para liberarse de cómo le han dicho que debe verse.
1 comments
¡GRACIAS MARIELVIN! Excelente trabajo Esbaratao 💗👏