Como sucede con muchos aspectos referentes a la moda, al hablar de accesorios y complementos la mayoría de las personas piensan en artículos que han sido feminizados. Esto no es algo aleatorio, pues la moda en sí misma es considerada una industria que gira en torno a la mujer y sus gustos, la cual se guía primordialmente por los roles de género para definir esto último.
De manera simplificada, los roles de género no son más que un cúmulo de normas sociales que dictan qué es —o cómo debe ser— un hombre o una mujer. Estos roles se aplican a casi cualquier ámbito de la sociedad, y en la industria de la moda uno de los ejemplos que lo demuestran de forma sencilla pero amplia son los accesorios, y en este caso en particular, las carteras de mano.
Las carteras —o bolsas— de mano son uno de los tantos objetos que se han popularizado en los últimos siglos dentro de la industria de la moda como parte esencial de un atuendo “femenino”. Sin embargo, anteriormente las carteras de mano eran los accesorios que utilizaban principalmente los hombres para llevar consigo dinero, comida u otras cosas necesarias o de valor.
Con el paso del tiempo las mujeres empezaron a usarlas con el mismo propósito, convirtiéndose así en un accesorio independiente del género. Dada la posterior inclusión de bolsillos a los pantalones de los hombres, la función de las carteras de mano era mostrar la clase social o llevar perfumadores naturales, algo que se mantuvo hasta la llegada de la Revolución Francesa, pues a partir de entonces sólo las mujeres llevaban carteras de mano.
Es por esto que hoy en día las carteras de mano son vistas como femeninas por defecto, y en América Latina aunque igualmente son muy comunes, e incluso consideradas complemento esencial a la hora de vestir, es claro que esto sólo aplica si se habla de moda femenina.
La idea de que un hombre use carteras de mano es tan aborrecida, que se ha llegado a usar eufemismos como carteras de mano “para hombres”, y en lo que respecta a crear estas carteras lo usual es optar por colores, texturas y patrones que se mantengan neutrales y “serios”, alejándose por completo de aquellos considerados “femeninos”. Es notable, incluso, cómo al publicitarlas lo primordial es señalar su funcionalidad en aras de justificar su uso. Es decir, rara vez son vistas como un artículo que pudiera simplemente completar el atuendo de una persona conforme a su expresión personal o estilo.
Carteras de mano «para hombres»
En ese sentido, se cree que cuando un hombre usa carteras de mano estas deben ajustarse a un estilo “masculino”, acorde a su género. Y también debe ser algo práctico, pues se piensa que el hombre consume moda por necesidad y no sólo por estética –además de intuir que estas dos son mutuamente excluyentes.
Estas creencias responden a los mencionados estereotipos arcaicos que delimitan la identidad y expresión de género de cada persona, además de condenar la individualidad del estilo al vestir. El evitar lo femenino se publicita como lo primordial para los hombres, pero históricamente hay pruebas de que cosas como las carteras de mano pueden ser tanto convenientes como estéticamente atractivas.
De esta manera, es fácil ver como algo tan simple como una cartera o bolsa de mano refleja cómo la industria trabaja en función de restricciones sociales y tendencias, dejando de lado la verdadera esencia de la moda. Los límites al vestir que se han asimilado a través de los años entorpecen la creatividad y la individualidad, además de reproducir creencias que estigmatizan a aquellos que se salen del molde y crear sesgos en la sociedad en general.