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Collage: Victory Abi.

El arte del crochet contemporáneo: de lo terapéutico a lo colectivo

Texto por: Luisvel Ortiz.

Cuando nos adentramos en temas como el tejido a ganchillo, encontramos que está relacionado con la memoria colectiva de distintas comunidades y que, así como otro tipo de técnicas manuales o artesanales, posee una complejidad que va más allá de su ejecución: está también en su desarrollo histórico y social.

El ganchillo es una técnica con múltiples orígenes; algunos estudios lo ubican en China y Arabia. Sin embargo, varios artículos señalan que existen indicios de técnicas parecidas en distintas comunidades precolombinas de Suramérica, como en Guyana, donde fueron reseñadas por el etnógrafo Walter Edmund Roth. Sea cual sea su origen, esta técnica se fue desarrollando y perfeccionando hasta llegar a ser lo que conocemos hoy como ganchillo. 

Su historia en Europa comenzó con su llegada a Francia en el siglo XVI, donde se le dio su nombre actual de crochet. De hecho, este nombre proviene de la palabra francesa croc, cuya traducción es gancho. Pero sería en el siglo XIX que esta técnica se extendió al resto del mundo con mayor fuerza. 

En estos procesos podemos observar uno de los indicios más cercanos a nuestra contemporaneidad, donde lo cotidiano se sobrepone o acompaña a la historia política y económica.

El crochet irlandés: una forma de supervivencia

El crochet alcanzó una gran popularidad en Irlanda a finales del siglo XIX. En esa época, una plaga acabó con las plantaciones de papa, lo que ocasionó una fortísima hambruna en Irlanda, debido a que este era el único alimento que podían consumir sus pobladores, pues otros productos como el trigo eran exportados hacia Inglaterra por parte de los colonos.

Memorial de la hambruna. Serie de esculturas conmemorativas en Irlanda.

Esta crisis económica y sanitaria, que  diezmó gravemente a la población, generó que los pocos habitantes que no habían muerto o emigrado se organizaran en escuelas de crochet. La técnica, que era usada para imitar al encaje de Venecia, era considerada un tejido económico.

La reina Victoria promovió esta práctica en apoyo a las familias irlandesas, que  usaban hasta utensilios de cocina para tejer en hilo de lino: puños, cuellos, vestidos de novia. Los grupos que se organizaron en Irlanda lograron subsistir vendiendo estos productos a intermediarios.

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Reina Victoria tejiendo una bufanda a crochet. Fuente: Express.

Por ello se dice que, gracias a esto, la «industria artesanal» del tejido a crochet irlandés logró salvar muchas vidas. Estos productos siguieron siendo los favoritos de la moda europea hasta la llegada de la I Guerra Mundial.

¿Cómo se vive el crochet en la actualidad?

Es valioso realizar este contraste casi un siglo y medio después, por cuanto la industrialización, la moda rápida y los propios grandes acontecimientos de nuestra historia han tratado de dejar de lado estas memorias.

No obstante, tras años de aislamiento debido a la pandemia del COVID-19, este otro quiebre nos puede ayudar a traerlas de vuelta. Así podemos entender cómo algo cotidiano, como lo son un montón de pabilos y un ganchillo, trascienden lo político o económico ante nuevas realidades. 

Desde la cuarentena y la crisis económica que se produjo, muchas personas lo vieron como una oportunidad para generar ingresos extra, o como una herramienta de salud mental.

La incertidumbre del futuro y los retos que trajo el confinamiento afectaron a gran parte de la población mundial, por lo que en esos largos meses el tejido social se puso a prueba.

A pesar de que el aislamiento afectó la interacción directa, la era digital pasó a consolidarse como un medio de apoyo, así como de divulgación del arte y, con ello, de prácticas como el crochet.

En el caso venezolano, estas nuevas dinámicas cotidianas llevaron a que varias comunidades se agruparan o buscaran en el crochet un espacio seguro.

Marthaelena Rosas, una de las co-creadoras del grupo Sangre de mi sangre junto con Mima Cortez, comenzó a tejer en el 2021, cuando ya había pasado el período de confinamiento obligatorio. Sin embargo, describe lo que para ella debía haber sido esta herramienta durante la pandemia:

Cuando pienso en la pandemia, pienso en ese cobijo de calorcito, suavidad y ternura donde se está sacando todo eso que está enredado dentro y poniéndolo en una madeja fuera, enredando más bonito y estético afuera, y que eso fue una herramienta de contención, de cercanía, para muchas personas durante la pandemia.
Marthaelena Rosas
Co-creadora de Sangre de mi Sangre

Los canales digitales fueron el tejido en el que se formaron comunidades de apoyo, contención e intercambio de saberes. Como dice Marthaelena, «para juntarse tal vez desde la distancia y no como un lugar individual, que es como generalmente se ve el tejido».

Este arte en solitario ayudó en tiempos de soledad e incertidumbre. En Chile, por ejemplo, se reportó un aumento en la demanda de lana. El crochet comenzó a ser conocido como el nuevo yoga, y se generalizó como una práctica para calmar la ansiedad.

En Madrid se han puesto en marcha proyectos piloto en empresas, junto con organizaciones dedicadas al crochet como We Are Knitters, para bajar el estrés y la ansiedad entre los trabajadores.

Esta medida de bienestar que han implementado en este tipo de empresas pone sobre la mesa un vínculo bastante interesante entre los trabajadores, ya que crea una sensibilidad e identidad compartida. En este sentido, nos brinda otra ventana para reflexionar acerca del alcance que puede llegar a tener el acto de tejer.

El crochet en Venezuela

En Venezuela, aunque existen múltiples experiencias de tejido colectivo, aún falta darle una mayor divulgación. Pero podemos coincidir en que el tejido a crochet, así como el arte en general, ha sido un espacio para encontrar calma y equilibrio en medio del caos.

Muchas personas aprovechamos la virtualidad para encontrar estos saberes aprendidos por nuestras abuelas o madres, quienes aprendieron a tejer en las escuelas, a través de esquemas educativos que perduraron hasta mediados del siglo XX.

El tejido a ganchillo no solo ha funcionado como herramienta de apoyo a la salud mental, sino como forma de expresión y de exigir respuestas ante las injusticias y desigualdades. Marthaelena opina que esta actividad es un modo de despertar de conciencia ante la violencia porque:

El ganchillo es versátil. Tiene esta habilidad de poder transformar lo que sea a tejido y, por tanto, esto nos da un abanico de posibilidades y de matices, de contraste, realismo y de caos atrayente a la experiencia de tejer. En especial el tejido sin patrones, que justo responde como a esta imposición o a esta declaración de posición de que absolutamente puedes tejer como se te venga en gana, y creo que eso es sumamente rebelde y valioso.
Marthaelena Rosas
Co-creadora de Sangre de mi Sangre

Vemos de este modo que este arte sale de lo afable y la estética de la belleza hegemónica, como seguir un patrón, para volverlo una expresión subversiva de hartazgo ante un sistema que exacerba la violencia. Por otro lado, se busca una alternativa comunitaria, frente a la promoción de la individualización.

La experiencia de Sangre de mi sangre nos demuestra que, si la moda es política, el tejido a ganchillo también lo es. Es un modo de producir que busca la durabilidad, autenticidad, calidad y sostenibilidad ante la producción masiva.

Pero, por otra parte, observamos cómo la aparente introspección del crochet genera formas creativas de protesta ante las desigualdades políticas y sociales.

El crochet más allá de los roles de género

Está bastante arraigado en nuestra sociedad que este tipo de artesanía sea un oficio o pasatiempo de las mujeres. Sin embargo, en el período de la hambruna en Irlanda, familias enteras se pusieron a tejer.

Más recientemente, las nuevas olas del feminismo se encuentran constantemente cuestionando los roles culturales que nos identifican o etiquetan. Estos hechos nos ayudan a vislumbrar ciertos cambios de interés.

Aun antes de la pandemia podemos ver que no solo a las mujeres nos interesa el tejido a ganchillo. Marthaelena Rojas afirmó que «el tejido no ve binarios» y «más que desafiar, repara».

Es interesante observar cómo a nivel socio-cultural esto también puede llegar a romper barreras, más aún en un país como Venezuela, marcado por una fuerte tradición machista.

Hace que masculinidades puedan unirse, que hombres puedan unirse independientemente de cualquier otra cosa. Creo que también es una posibilidad de ampliar las múltiples formas en que el tejido puede prestar un sustento tradicional, social, dialógico y económico para la realidad de las personas en Venezuela.
Marthaelena Rosas
Co-creadora de Sangre de mi Sangre

El desafío de los estereotipos de género, a través del crochet, abre espacios para «reparar los huecos del tejido social», como afirma Marthaelena, por lo que cada vez son más las personas que se interesan por aprender esta técnica.

De este modo, lo que hace interesante a esta actividad, más allá de lo que se obtiene de un montón de hilos desordenados, es lograr integrar diferentes habilidades y conexiones sociales

Desde sus inicios, hallazgos arqueológicos nos indican que estas fueron formas de complemento o abrigo. Luego los registros históricos nos señalan que calmó el hambre de miles de personas.

En la actualidad lo vemos como una manera de calmar la incertidumbre y la rabia. Todas estas instancias exponen la búsqueda de la calma ante la inestabilidad y de una forma de comprensión.

Este artículo fue escrito en el marco de la primera cohorte del Modáfono, un programa formativo de Esbaratao.

Somos un equipo independiente impulsado por la pasión de informar sobre las problemáticas de la industria de la moda local y generar soluciones. 

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