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Collage: Victory Abi.

Los códigos de vestimenta según los espacios que habitamos

Texto por: Aura Rivero.

La calle es como una pasarela, donde los cuerpos se mueven como si se tratara de un desfile de moda.

Muchas veces, sin darnos cuenta, escogemos la ropa de acuerdo al lugar y no en función de lo que realmente nos gusta. De algún modo, los espacios públicos  imponen su propio código de vestimenta. Incluso cuando este no está escrito de forma literal, estos influyen en nuestra forma de vestir.

La manera en la que nos vestimos para ir al trabajo no suele ser la misma que para ir a un día de compras al supermercado, o tal vez a una salida con amigos. Cada uno de los lugares que transitamos diariamente se convierte, sin quererlo, en un escenario donde mostramos nuestra vestimenta, la cual muchas veces está condicionada por diversas razones.

A veces, terminamos dejando de lado lo que realmente nos gusta ponernos. Por ejemplo, no me gusta usar tacones, pero en la oficina debo hacerlo para lucir más elegante.

No me siento cómoda en el uniforme de trabajo, pero es obligatorio, y aunque reconozco que es una forma de ahorrar dinero y ropa, la verdad es que no se relaciona con mi estilo y no me representa.

Los códigos de vestimenta y el cuerpo

Mi cuerpo elige mi ropa… ¿o soy yo?

¿Cuántas veces te miras al espejo para asegurarte de que la ropa te queda como esperas? Que el pantalón luzca como el día en que lo compraste, que la blusa combine bien con los zapatos, que todo se adapte a tu cuerpo como quieres… Para muchas personas, este proceso puede tomar un tiempo considerable.

Y es que vestirse no se trata solo de elegir prendas, sino de cómo estas se ven en el cuerpo y, sobre todo, de cómo nos hacen sentir. La vestimenta suele ser un objeto visible, el cual usualmente tiene la intención de comunicar un mensaje al otro. 

En la mayoría de ocasiones escogemos nuestra ropa para cumplir nuestras propias expectativas, pero en algunos casos también podemos hacerlo para impresionar o resaltar entre los demás.

De acuerdo a esto, la autora Elisa Corsorelli explica en su artículo Disfrazadas de modernidad. El vestido femenino en la Venezuela de finales del siglo XIX que: «a través de las vestimentas, la humanidad se comunica de formas conscientes e inconscientes».

La moda y el vestir son formas de comunicación visual entre los individuos; la ropa puede considerarse como un marcador de identidad.

Es aquí donde el cuerpo y cómo nos percibimos en él juega un papel fundamental. El cuerpo funciona como intermediario en la elección de la vestimenta porque, usualmente, el traje es seleccionado en función del cuerpo. La forma en la que se percibe la vestimenta cambia cuando esta es colocada sobre un cuerpo.

Joanne Entwistle, en su libro El cuerpo, la moda. Una visión sociológica, explica cómo ocurre este proceso.

El vestir en la vida cotidiana siempre está situado en el espacio y en el tiempo: al vestirnos nos orientamos hacia una situación y actuamos de formas concretas sobre el cuerpo. Sin embargo, uno no actúa sobre el cuerpo como si este fuera un objeto inerte, sino como una envoltura del yo.
Joanne Entwistle
El cuerpo, la moda. Una visión sociológica

Con base en lo que plantea esta autora, podemos decir que nuestro cuerpo es, en cierto modo, nuestra primera ropa, y que, en algunos casos, nos obliga a escoger nuestra vestimenta. Me gustaría usar esta blusa, pero no me veo bien en ella.

Porque, aunque hoy en día sentimos que tenemos mayor libertad a la hora de vestirnos y que él no me importa parece imponerse, aún estamos atravesados por un sinfín de miradas y críticas que juzgan cómo se debe lucir y qué le queda bien a cada tipo de cuerpo.

La ropa como disfraz

Mi cuerpo tiene más disfraces que personalidad: uno para la calle, otro para la cita, otro para la suegra. Todo depende de quién quiero ser o qué quiero mostrar en cada lugar.

Para la mayoría, no hay sensación más satisfactoria que llegar a casa, quitarse la ropa del día y ponerse la ropa de estar en casa o la pijama. Porque, muchas veces, la casa —nuestro espacio seguro— nos permite relajarnos y mostrarnos con más libertad. Incluso la desnudez deja de ser un problema.

Soy una persona diferente según el lugar en el que esté o con la gente que me rodea. Me visto según la ocasión. El día de la graduación, muchas nos pusimos esos tacones que ya habíamos olvidado, y otros se colocaron ese traje que probablemente estará en el armario hasta el siguiente evento… o volverá directamente a la tienda de alquiler.

Y, como decíamos anteriormente, el uniforme de trabajo no me representa, pero ahí está, en mi armario. Y cuando me lo pongo, me convierto en esa otra persona.

A veces pasa que un compañero que nunca te ha visto con otra ropa te ve un día y dice: «No te reconocí». Y eso puede sentirse como un halago… o no. Todo depende del lugar en el que te encuentres y de la ropa que lleves puesta en ese momento.

Un ejemplo podría ser la primera cita. Aún algunas personas le dan gran importancia a este evento, y en mi caso en particular, recientemente he tenido varias primeras citas y he podido hacer este experimento de colocarme diferentes outfits y ver la impresión, desde uno más atrevido y otro más recatado.

Y, ciertamente, la ropa no limita mi personalidad, pero cómo me siento en ella afecta cómo me muestro al otro y cómo quiero expresarme.

Es aquí donde dejamos de ver la moda como algo ajeno a nuestra cotidianidad, que solo se limita a las revistas o redes sociales. La vestimenta forma parte de nuestro entorno; muchas veces es un disfraz que puede llegar a esconder nuestra verdadera personalidad y gustos.

Me permite recrearme y darle la imagen a mi cuerpo que quiero proyectar. Con ella, podemos romper algunos códigos de vestimenta del espacio y, aunque este puede delimitar, es la ropa la que se vuelve protagonista en nuestros lugares.

Cuerpo, vestimenta y espacio son una envoltura de nosotros mismos, y algunas veces tenemos la oportunidad de adaptarlos a nosotros y reinventarnos. Pero, desde el otro lado oscuro, este disfraz también puede envolvernos en uno no tan deseado.

Este artículo fue escrito en el marco de la primera cohorte del Modáfono, un programa formativo de Esbaratao.

Somos un equipo independiente impulsado por la pasión de informar sobre las problemáticas de la industria de la moda local y generar soluciones. 

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