Desde que tenemos memoria, los concursos de belleza han formado parte de la cultura venezolana. Maite Delgado, la corona y el poliedro de Caracas fueron parte de la «noche más linda» del año.
Venezuela es reconocida alrededor del mundo por tener a «las mujeres más bellas del planeta», siendo un hecho respaldado por haber ganado más de 7 veces el título de Miss Universo y 6 títulos de Miss Mundo.
Sabemos que tenemos una herencia cultural grande debido a las diferentes etnias que se desarrollaron durante y después de la trata trasatlántica, sin dejar de mencionar los pueblos aborígenes que ya estaban aquí antes la llegada de los colonizadores.
Venezuela es un país pluricultural, donde puedes escuchar la famosa frase de «estamos mezclados, ¿Cómo podemos ser racistas?». Si bien muchos de los problemas raciales que existen en el país son achacados al clasismo, solo es una forma de invisibilizar el racismo que se vive en él.
Precisamente en estos concursos de belleza muy pocas veces podemos ver personas racializadas. Mayormente, la belleza eurocentrista es la que reina y gana en los certámenes.
¿Cómo esto afecta a las personas que no se someten a cambios drásticos para alcanzar un estándar estético? ¿Realmente la diversidad venezolana se encuentra representada en las ganadoras de estos concursos de belleza? Acompáñanos a profundizar en este análisis sobre los estereotipos, el racismo y la subjetividad de la belleza.
Estereotipos que reproducen los concursos de belleza y la realidad: el mito «aquí no hay racismo, todos estamos mezclados»
Por mucho tiempo hemos escuchado el famoso 90-60-90, refiriéndose a las medidas de busto, cintura y cadera que las candidatas con una sonrisa anunciaban al público en certámenes anteriores. Cuando vemos la televisión vemos a las candidatas venezolanas como mujeres caucásicas, con el cabello liso y brillante, y una figura esbelta, pero la belleza de la vida diaria es distinta.
De acuerdo al censo venezolano de población y vivienda realizado en el 2011, el 0,7% de lxs venezolanxs se identifican como afrodescendientes; el 2,9% como negro; el 51,6% como moreno y el 2,8% de la población representa a los pueblos indígenas de Venezuela.
Esto representa una gran diversidad racial que estamos acostumbrados a ver durante nuestro día a día. Sin embargo, al ver en televisión a las candidatas que representan los distintos estados del país, solo pocas llegan ser mujeres racializadas.
De pequeñas, muchas mujeres que tienen cabello rizado o con texturas mixtas han escuchado frases que nacen del microrracismo, como «tienes el cabello malo», «cuando seas grande, debes mejorar la raza» y frases afines. Incluso, si una persona negra presenta rasgos europeos, como ojos claros o una nariz respingada, la consideran «unx negrx finx».
Muchas personas son sometidas desde temprana edad a tratamientos químicos, como alisados japoneses o queratinas, para alisar el cabello y encajar con el estándar de mujer con cabello liso y largo.
Incluso la rinoplastia se ha convertido en una opción para estilizar la nariz y hacerla más angosta, arriesgando la salud de la persona al realizarse operaciones que pueden dañar cornetes, conductos lagrimales, etc.
La activista afrofeminista, África Salomé, explica en una entrevista realizada por la Voz de América:
África habla sobre el trauma y la desconexión que muchas personas racializadas sienten respecto a la cultura afro.
Los estereotipos raciales tienen consecuencias también en personas que no se desenvuelven en los concursos de belleza, sino en otras disciplinas artísticas. Es el caso de Luis Ledrick González, actor, bailarín y profesor de la Escuela del Taller de Danza de Caracas, de ascendencia pemona, quien nos habla de cómo los estereotipos impuestos durante el colonialismo siguen estando vigentes en la actualidad y como han afectado su trayectoria.
Menciona que esas barreras hacen que uno mismo llegue a denigrarse. A pesar de no experimentar discriminación directa, el ser rechazado porque no cumplían con los estereotipos que buscaban en los castings lo considera como un tipo de discriminación.
Para él existe una más dolorosa, que son las etiquetas en los papeles como indígena: personajes que sufren o que asesinan. Opina que, para él, ha sido más difícil progresar en su carrera que para una persona blanca. «No digo que esas personas no se hayan esforzado, pero siempre tendrán más puertas abiertas que uno».
No todo es negativo. Luis menciona que, como nueva generación debemos mejorar las oportunidades para no caer en ese círculo de denigración.
La subjetividad de la belleza
La belleza es aún más difícil de explicar que la felicidad, Simone de Beauvoir.
Si bien es un debate si existe una forma objetiva de apreciar la belleza, la única verdad que tenemos en nuestras manos es que la belleza es irrepetible para cada persona.
No podemos juzgar si una persona es hermosa o no usando los estereotipos a los que estamos acostumbradxs. Todxs tenemos algún tipo de belleza a su manera y aceptarla es parte de nuestro desarrollo como individuos.
Más allá de los estereotipos, la belleza no es algo que se pueda medir con exactitud. La belleza no se reduce a labios rosados y gruesos o a narices respingadas; el mundo es tan grande y amplio como para reducirnos a ideas de belleza que se refugian en el racismo y la xenofobia.